martes, 20 de octubre de 2015

Criterios de corrección del bloque de Literatura (PAU)



El bloque 3 comprende preguntas relativas a cuestiones de literatura (pregunta 5a) y a las obras que el estudiante ha leído (pregunta 5b).

En su respuesta se valorarán los conocimientos del estudiante, tanto los derivados de su estudio de la historia de la literatura como los que pueda haber adquirido mediante sus lecturas. En la pregunta 5a, el estudiante habrá de demostrar sus conocimientos acerca de las tendencias literarias del movimiento o época por los que se pregunta y deberá, asimismo, hacer referencia a los autores y obras más relevantes. Es preciso que haga una exposición de conjunto donde demuestre un conocimiento global del movimiento literario en cuestión y de la significación de los autores y de sus obras, más allá de un mero catálogo de estos. La puntuación máxima de esta pregunta es de 2 puntos.

En cuanto a la pregunta 5b, el estudiante debe mostrar su conocimiento de la obra leída, relacionarla con el movimiento o tendencia literarios a los que pertenece y destacar su importancia en el contexto histórico y cultural en el que se asienta. Su puntuación máxima será de 1 punto.


VALORACIÓN CRÍTICA DE EL SÍ DE LAS NIÑAS
(Extraido de: http://ies.antoniogala.mostoles.educa.madrid.org/Dep_Leng_Lit/LITERATURA/Elsidelasninas.pdf)

El sí de las niñas es la más popular de las cinco comedias que escribió Leandro Femández de Moratin, autor también de poesía y de prosa no teatral. La obra, estrenada en 1806, se mantuvo veintiséis días en cartel, lo que constituye un éxito para la época. Como veremos, se trata del máximo exponente del teatro neoclásico español del siglo XVIII. El tema básico es la boda de conveniencia entre doña Francisca, de 16 años, y don Diego, señor acomodado de 59. La muchacha está enamorada, en realidad, de don Carlos, "casualmente" sobrino de don Diego, pero está dispuesta a aceptar el matrimonio por obediencia a su madre, la interesada doña Irene. Lo llamativo es que a don Diego le preocupan realmente los sentimientos de doña Francisca (o Paquita) y, al enterarse de la verdad, da su bendición al matrimonio de ambos. He aquí el ejemplo que, con el afán didáctico propio de la literatura ilustrada, nos quiere transmitir el autor: don Diego, que en cierto modo representa al propio Moratín, actúa guiado por la prudencia y la sensatez, sin dejarse llevar por la ira ni por la pasión, como hubiera hecho un personaje de teatro barroco en su misma situación. Utiliza el diálogo como medio de resolución de conflictos, y es él mismo quien, en sus reflexiones finales, transmite la tesis de la obra: la culpa de esta situación es de la educación que reciben las niñas, que enseña a disimular y a acatar sumisamente la autoridad de sus madres. Así pues, comprobamos el propósito crítico y reformista característico del teatro neoclásico: no sólo se censura una costumbre social extendida en aquella época, como es la de los matrimonios desiguales, sino también la educación femenina. En ese sentido, estamos ante una obra avanzada y comprometida con su época, y en cierto modo "feminista" por adelantado. Sin embargo, el desenlace no es tan valiente como pudiera parecer: es cierto que se frustra el proyectado matrimonio, pero el nuevo, entre Paquita y don Carlos, salvaguarda los intereses de todos: el económico de doña Irene, pues, al fin y al cabo, su hija acabará heredando la fortuna del tío y tutor de don Carlos, y el del propio don Diego, que se asegura compañía para su vejez, aunque vea decepcionadas sus aspiraciones amorosas. Más valiente hubiera sido una reacción decidida y sincera de Paquita en contra del matrimonio, o una boda con alguien ajeno a don Diego. Hay que tener en cuenta, también, que los cánones de la comedia imponen un final feliz. En todo caso, hay que situarse en la época para valorar el carácter avanzado de la obra; prueba de ello son los problemas que tuvo con la Inquisición (acusada de burlarse de la educación religiosa). El mero hecho de tratar problemas familiares y cotidianos en un ambiente y con un lenguaje de clase media ya suponía una ruptura con el tipo de teatro posbarroco popular en aquella época, basado en efectos especiales y lances inverosímiles, y generalmente en verso.

En el aspecto técnico, la obra cumple con los preceptos neoc1ásicos sin que resulte forzado, de una manera fluida y natural. La unidad de lugar (posada de Alcalá de Henares) permite desenredar la trama (basada, eso sí, en la coincidencia un tanto forzada de todos los personajes en el mismo sitio); la unidad de tiempo(diez horas desde un atardecer al amanecer del día siguiente, donde la llegada simbólica de la luz del día trae consigo la claridad de la razón y el desenlace armonioso) no impide que, gracias a los diálogos, conozcamos los antecedentes de la situación, y la unidad de acción mantiene en el espectador cierta intriga y suspense, con momentos climáticos al final del primer y segundo actos. Con frecuencia el suspense proviene del hecho de que el espectador sabe más cosas que algunos de los personajes.

Moratín se rige por el principio de economía dramática: nada de elementos superfluos ni de excesos: pocos monólogos y apartes, pocos personajes, lenguaje moderado y coloquial familiar; todo ello para conseguir la verosimilitud, tan apreciada por los neoc1ásicos. Todos los elementos cumplen su función dramática: la ventana (entrevista final), la jaula del tordo (al golpeada Simón, se precipita el desenlace)...

Los personajes, y las relaciones entre ellos, están bien perfilados, resultan creíbles y dotados de humanidad: Paquita no es tan inocente e infantil como cree su madre, que anula la personalidad de su hija con su actitud un tanto chantajista, interesada y en exceso autoritaria, ridiculizada por su histerismo y sus ansias de gloria (siempre hablando de sus matrimonios y de sus distinguidos parientes). Don Carlos también respeta la autoridad de su tío y tutor, don Diego, que lo trata con paternalismo, pero su relación es más sincera y franca. Sorprenden un poco los términos en que dialogan, al quedarse a solas, los dos enamorados, ya que, aunque cariñosos, resultan un tanto formales y no denotan un gran apasionamiento. En cuanto a los criados, desempeñan un papel más secundario que en el teatro barroco, pero tienen su importancia en la trama, avisando y ayudando a sus señores, sobre todo Rita, que le sirve de confidente a Paquita. Entre ella y Calamocha se intercambian diálogos picantes, en un registro lingüístico más popular.

En definitiva, se trata de una obra interesante, no sólo como ejemplo de un modo de concebir el teatro (basado en su verosimilitud y su función social), sino por el desarrollo de su trama, lo convincente de los personajes, la cercanía del lenguaje e incluso, salvando las distancias, por su vigencia actual, ya que aborda temas como las relaciones padres- hijos, el autoritarismo en la educación, las diferencias en la educación de niños y niñas o, incluso, el matrimonio por conveniencia, que todavía pueden ser objeto de debate hoy en día

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